Algunas noches, despierta, he podido ver amanecer. En silencio, sin prisa, me pareció que el sol ponía cada cosa en su lugar y abría la esperanza de algo nuevo.
Comenzó a moverse, desde dentro primero y también a la intemperie, la vida. El color volvió.
Ahí estaban algunos planetas. La luna poco a poco se ocultó. Pero la totalidad de miles de millones de astros del universo o del multi-universo, siguieron cada uno el curso de sus órbitas.
Nada ni nadie había pedido permiso para ponerse en movimiento, una vez más, cada mañana.
He descubierto al amanecer, que todo es natural y nada está acabado, que no hay tensión porque no hay lucha, ni esfuerzo. Que algo está en mi y soy parte de un infinito inabarcable y bello.
Nada puede retrasar ni herir, ni el viento huracanado, ni las opiniones o gestos ajenos, que intentan distraer de lo que somos o pensamos. Solo pueden herir o entorpecer, si les abrimos la puerta de la casa.
Tengo amigos que escriben con frecuencia de ciencia y cuentan que la misión Artemis, en un futuro próximo, llevará de nuevo seres humanos a la Luna. Si ya han estado allí, ¿por qué no van a volver para seguir investigando?
Me pareció escuchar el latido de mi corazón, sereno y enamorado de la vida: "estarás y estaremos, como siempre, en buenas manos; quien hace lo que puede dando lo mejor de sí,
siempre, aportará un poco de paz sobre todo cuanto existe, aquí cerca o allá, en la lejanía de
una mota azul suspendida en un rayo de sol" como dijo Carl Sagan.
Apoyo mi entrada con las telas de Van Gogh, porque la pintura y el patchwork son también mi pasión.