“Hiciste la noche para el alma, cual manto regio de ilusión eterna”, dijo Unamuno. Por eso la luna se enreda en las ramas y juega a esconderse en la melena de la sombra y el viento. Está llena de ilusiones pequeñas de colores, o de pájaros sueltos, la cabeza. El rostro de la vida está vuelto, en silencio, hacia la aurora. Más allá de las últimas estrellas, más allá del límite de cualquier frontera de lo humano y lo creado, una mano de amor nos acaricia.