Y es alegría vivir, que un niño, el más pequeño de la casa, de tanto verlas, pidió un poco de agua, para poder regar las plantas y quitar algunas hojas caídas que habían perdido su color.
Con su media lengua, ser auténtico lleno de curiosidad innata y repleto de preguntas, volcó con su regadera un sinfín de deseos y palabras para cuando vinieran, y para que vieran sus geranios, quienes pasaran al lado de la verja.
A la puerta de casa, hay mucha vida, mucha ilusión y mucha espera.
Todo cariño, o al menos un aprendizaje de futuro.