Toda madre es maestra siempre. Y enseña a su hijo desde antes de nacer. Hay muchas formas que van desde la sangre y los ejemplos, hasta proporcionar las herramientas y las alas para aprender a volar y ser persona de provecho. El amor y la ternura, el esfuerzo y la imaginación, pasando por la justicia, el altruismo y la empatía, son lecciones particulares que nunca se pagan pero tal vez algún día se agradezcan. Un hijo suele apreciar la belleza, tener gusto, entender de sabores, conocerse y creer, y ser capaz de apreciar una jerarquía de valores, porque ha tenido a su lado, siempre, la sombra prodigiosa y protectora de su madre.