Es más fácil construir una casa que habitarla creando hogar.
Cuando se convierte en hogar, está llena de calor y de detalles, donde se vive dando y recibiendo.
Cuando se convierte en hogar, está llena de calor y de detalles, donde se vive dando y recibiendo.
Es el lugar adecuado para crear y crecer, siendo uno mismo.
Un hogar es acogedor, cuando sus dueños son amables en su sencillez y prodigan atenciones de forma natural.
Hay un encanto que se respira y se siente en el aire, en la luz, en la palabra.
Uno se encuentra cómodo porque nadie es extraño ni extranjero.
Uno se encuentra cómodo porque nadie es extraño ni extranjero.
En el hogar, el reloj del tiempo es blando, como el de Dalí, porque las horas se deslizan pero no hieren, ni siquiera suenan para avisar del tiempo transcurrido.
Un animal de compañía, no es un adorno ni un juguete, es uno más de la familia. Es todo energía en movimiento que vigila y adivina, presiente, busca agradar y juega, hace sonreír, atiende, sabe cuándo debe acomodarse o cómo pedir o escabullirse, porque todo su deseo y su razón de ser, es ser fiel y hacer agradable la vida a todos y a cada uno de los que viven o llegan.
El hogar...un lugar especial, donde uno está con los suyos y adonde el corazón pide volver cuando ha tenido que ausentarse.
Se ha incorporado a nuestra identidad, pero no es el número de una calle, es un lugar cercano al corazón.
Otra ventana vestida. El baldó es un adorno del nido en que habitamos al lado de los otros. Es igual a todos. Pero para cada uno, como para mí, es el único que tiene sol y calor todo el año. En él soy feliz, porque este es el rincón del mundo donde sueño cada día y cada noche.
Un beso amigos y amigas, cercanos a este otro hogar llamado corazón.