Después del verano, afortunadamente no he cambiado, y aunque vuelvo renovada, soy yo misma, la de ayer, la de siempre.
He descubierto a cielo abierto, que la Naturaleza ayuda, que el sol aparece después de cada noche, y que la brisa o la lluvia, -a veces tormentosa- son compañeras de camino. Nada nos puede herir, ni el viento huracanado, ni siquiera las lenguas aceradas, ni las opiniones o gestos que cortan o distraen de lo que somos o pensamos. Solo pueden herir o entorpecer, si les abrimos la puerta de la casa.
Al amanecer de esta nueva etapa, con esa transparencia que el cielo nos regala, quiero ver, sentir, gozar de toda la belleza que está ahí y me rodea. Es tanta...que no quiero perder, ni un segundo de la vida que me queda.
Desconozco muchas cosas, pero lo poco que conozco, en la montaña o en la ciudad, en el campo o en los amigos, ha tardado siglos para estar ahí, para ofrecerse en todo su esplendor a la vista de todos y que yo, al descubrirlo, pudiera saciar mi sed...
Una muestra del gozo de viajar, estaba cerca o tal vez lejos, porque todo es relativo, me refiero a la Selva de Irati, en la alta Navarra y sur de Francia. He sentido vibrar el alma, sin palabras, contemplando absorta la honda paz verde que entra por los ojos, y la luz que juega entre las hojas de las ramas inmensas en las hayas centenarias.
Nunca una alfombra me produjo al pisarla tal contraste de suavidad, aromas y sonidos.
Quiero seguir con mis puntadas, en el patchwork, uniendo telas, recuerdos y cantando, por si logro acercar con mis ideas, algo de lo que siento y vivo.
Pd. Os muestro dos bolsos iguales y distintos...policromía del otoño.
Hasta la próxima.
Un abrazo.