Para Ania.
De carne y de latidos se llena
el alma, que viene a darle vida,
y salta desde la fuente eterna.
Como un río, corren por su vena,
sangre, luz y agua; y sin más guía
encuentran el camino, y a porfía,
tratan de llegar justo cuando suena,
la hora en el reloj establecido.
Ni antes ni después de ese momento,
en que el ser acelera su latido
y se pone, por fin, en movimiento
para buscar más allá de su nido,
el paraíso de mamá y el sustento.
Ha llegado Ania a la familia. Superó al asombro y todas las previsiones. Su ternura llenó el mundo. Revivimos la hondura de nuestra pequeñez de ayer, que nadie recordaba fuera tan honda y desvalida.
Cuando un niño nace, toda la vida empieza. Los ojos que vienen a descubrir el mundo, son la estancia soleada del alma, y nos invitan a vivir ahí para descubrir lo que el alma ha visto o lo que quiere mostrarnos.
Con el tic tac acelerado de tener un bebé en brazos a las pocas horas de nacer, os envío un beso.