La lección más hermosa del otoño, es una vivencia interior. Por eso no se suele aprender año tras año,
Nos fijamos en los colores del paisaje que impregnan la retina, o el objetivo
de las cámaras. Comenzamos a apreciar la vida, cuando la naturaleza y
nosotros mismos comprobamos que hemos iniciado el camino de regreso.
Entonces, con más calma, con más paz y con más
fuerza, valoramos lo que tenemos, lo que somos, los pasos y el camino, el calor
de la mirada de los que van a nuestro lado y también a los
seres queridos que se asoman para vernos al balcón de las estrellas.
Por eso, hoy, en noviembre, he dejado los
paisajes y traigo sólo estrellas. No estoy triste, estoy serenamente
esperanzada. Y desde aquí, o desde las estrellas, os envío un abrazo.