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30 noviembre 2016

Realidad y fantasía no se excluyen.


Vivir y soñar, se puede. 
Ser feliz viendo y recogiendo la cosecha, es una forma de sentir que ha valido la pena, la siembra, el riego y los cuidados. 
Pero también que desborda y supera todas las previsiones. 
La realidad supera a la esperanza que pusimos ayer. Es mucho más

Es como una fantasía, esa gama maravillosa de tonos y volúmenes que nunca imaginamos y se convierten en algo nuevo. 
Los membrillos tienen más variedad que el oro, porque tienen los reflejos de la vida. 
Del tacto, saltan a la vista, y en la mesa se convierten en manjar,  son una exquisitez para un sentido nuevo, como el gusto.


Pero si se captan las formas, las proporciones, los colores y llevas con sensibilidad todo eso al pincel y al óleo se transforma en otra realidad. 

Con unas pinceladas silenciosas, pausadas, como quien se acerca a un misterio, se puede jugar con la luz, y suben al cuadro los membrillos.




Con el realismo de una cesta sencilla y el fondo oscuro, para que nada rompa la débil línea del hechizo, que separa lo tangible, de la realidad imaginada.


Cada uno puede escoger lo que desee o quedarse con todo. Las fotos que aquí incluyo, tampoco tienen el aroma, pero captan y reflejan lo que vosotros contempláis.



En ese juego de lo que es y lo que no es, entre la imaginación y la realidad, transcurre nuestra vida. 
Estamos en tiempo de cosecha y uno se da cuenta de que es importante haber sembrado. 

Pero quien no sembró físicamente, puede sentir la experiencia y el gozo de esa maravilla que nos regala la naturaleza tan abundantemente. No hay una sola forma de belleza, ni los ojos son el único sentido para percibir la realidad.
Un abrazo
Ángela.

PD. Si se deja macerar el membrillo durante un día con muy poca azúcar, al día siguiente y a fuego lento se hace solo, sin necesidad de estar dándole vueltas y vueltas.