Dicen que abril es un mes primaveral, y que al igual que la meteorología es muy variable y alternante. Aunque "las aguas mil, todas caben en abril", tan pronto comienza a apretar el calor, como puede volver, sin avisar, el frío del invierno.
Las previsiones se equivocan poco últimamente, pero los ciudadanos seguimos en la incertidumbre en aspectos, personales y sociales.
La vida nos sorprende siempre, por eso es bueno tener la antena orientada siempre hacia lo sublime, para que, como dicen los irlandeses, la luz del sol nos dé en la cara y el camino salga a nuestro encuentro, que la lluvia caiga suave sobre nuestros campos, y que cada día el viento sea benigno y sople a nuestra espalda empujando nuestros pasos y los de nuestros familiares y amigos hacia nuevas metas.
Que no nos falten los sueños; y si fuera necesario, en los momentos de descanso o de silencio, seamos capaces de inyectarnos un poco de fantasía, para olvidarnos de tanta realidad y tanto agobio. Que seamos capaces de desconectar de lo que nada aporta y aprendamos a saber ser y estar cuando sea necesario, pero también y sobre todo, a saber no estar y no hablar si no hace falta o nada aporta.
Uno se acostumbra a disfrutar de la vida y prepararse para partir, cuando acepta que no es imprescindible, que un buen recuerdo es mejor siempre que una mala o agobiante presencia. Y que en el teatro y en la vida, cada uno tenemos derecho a aplaudir o patear cuando lo estimemos oportuno, pero es importante saber estar donde la vida palpita, desafía la modorra, el envejecimiento y/o la muerte.