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04 febrero 2022

Pequeños instantes son la vida.





Nada será igual desde ahora, aunque lo parezca. Hablo de mi, de lo que siento.

Hay una vida nueva que todo lo ilumina y lo transforma
.









Los hilos generosos de la vida, han puesto en mis brazos la ternura asombrada de unos ojos profundos que me miran y sonríen.
La mano de un ángel roza mi cara con sus dedos y se estremece todo mi ser.


Instintivamente deseo guardar en el alma estos momentos.







Descubro la realidad del misterio que es mi nieto y el corazón se acelera.
Le estrecho contra el pecho con mis brazos, e intento pronunciar su nombre y solo puedo llenarlo de besos y de asombro.







Sucede algo parecido cada día. Y tengo que decirlo también hoy, que ya ha cumplido medio año.

La balanza de mi vida tiene desequilibrados los platillos. Mi alma y mi imaginación están en el más alto. En el otro, estamos el pequeño y toda la familia.
Ambos extremos vivo.



Mañana, los derroteros de la naturaleza, de la humanidad y el universo irán por donde quieran sin contar conmigo. Pero este momento, me llena de gozo, y su onda llega al infinito y más allá.

Seguro que la mayoría, cada uno a su modo, ha sentido lo que siento. Me alegra, porque íntimamente saben que es verdad, aunque cada uno lo vive a su manera.










No somos más que nadie. Los papás son imprescindibles y únicos. Los abuelos solo aportamos un poco de experiencia y mucho amor, hemos recorrido más caminos, sus etapas y vivencias y disfrutamos de otro modo que con nuestros hijos, por eso entregamos nuestro ser y esto nos permite sentir lo positivo de haber vivido.











Para "renacer", me basta con sentir la ternura de su sereno corazón.