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21 junio 2020

Quietud en movimiento





Bueno es pensar, imaginar, combinar puntadas y colores, mares y casas, soltando algas y peces, olas y torres que se inclinan con el viento, y llevan la vida donde quieren, porque todo cambia cada instante, y lo que se mueve y pulula tiene vida.












Todas las horas del día tienen algo que titila, posiblemente sea el amor, que lo llena todo de luz y de belleza, algunos lo intuyen y, dicen que en ellas está Dios, que nada tiene que ver con nuestro tiempo, pero lo llena todo.

Es la fuente que brota y el mar que recibe las aguas del cielo y de los ríos, y se mueve y no se llena, tiene vida, atrae, refresca, canta y sorprende con la suavidad o la fuerza de sus olas y es capaz de alimentar a los humanos.








Está hecho de gotas infinitas, unidas sin puntadas, y es todo tan inmenso, que el infinito se mira y se refleja tanto de día, como de noche con la luna.

De ahí surgió la vida y sigue, porque la vida es Dios. La quietud en movimiento. 

Así me lo parece. Y lo dejo en este cuadro que se llevará mi hijo a su casa, para que le acompañe, porque le dice algo, y me lo pidió como regalo para cada día.

10 junio 2020

Al hilo de la vida, sin detenernos...

Dando vida, poniendo sal y algo para alimentarse, tejimos historias, contando cuentos a los niños, inventando relatos, arropando, tiñendo las horas de colores y también las telas, enhebrando ilusiones y alentando con palabras, acogiendo en silencio, anudando angustias y esperanzas, girando la rueca o manejando la lanzadera de un telar, entrenando la mente de las personas a no darse por vencidas, ayudando a todos a soñar, mientras hilvanábamos verbos y adjetivos, le quitábamos el miedo a los números y a las notas musicales, a los mitos y fantasmas con una tiza o al son de una guitarra.











Bordamos, cortamos, cosíamos, pintábamos, cantábamos, dimos forma artística a la arcilla, al barro, a los chicles, a los ramos de flores, y hasta a los restos de trapos, con puntada escondida, convertimos en patchwork.
Hicimos punto y versos, nos enamoramos, supimos de susurros y melancolías, fuimos valientes -sin saberlo-, nunca tuvimos miedo o lo disimulamos,-para que nadie se creyera más valiente aunque tuviera fuerza-, intuimos , aprendimos viajando y también sin movernos, leyendo y escuchando, mirando al azul del cielo desde la ventana o escuchando las olas desde los acantilados, vimos zarpar los barcos y los despedimos agitando un pañuelo con el brazo extendido, con sentimientos contenidos, preguntas sin respuesta...




Todo eso y más, lo he recordado ahora, cuando han parado el mundo, y he tirado del ovillo de los recuerdos de mujer, docente, madre, ama de casa, amiga de mis amigos, con el gozo incansable, incontenible de vivir y agradecer el estar aquí y poderos decir: ¡Vivo, siento y sueño, que no es poco!