El poeta, hombre o mujer, no siempre escribe.
El poeta, a veces no tiene "tiempo" de escribir.
El poeta, que de verdad sueña, es capaz de mezclar los colores, de esculpir la alegría, de cantar mientras trabaja y gritar a la montaña.
Sabe tejer historias, coger al vuelo las hojas con mil fuegos del otoño, y levantar el mar para hilvanar su azul lleno de vida.
El poeta arroja otra luz en los atardeceres, espoleando las rutinas, se hace preguntas como versos, alegría con latidos de humanidad para los ojos.
El poeta con su corazón en bandolera marcha al universo cuando se le antoja beber en las estrellas, y escapa del agobio del trabajo, descansa mientras piensa y su imaginación dialoga con el ave, con la mascota y la luna, con la piedra y el árbol, con la sombra y el alba.
El poeta no tiene siempre que hacer versos, sino lo que le gusta. Y quien se acerca no sabe si es real lo que contempla, salido de las manos mágicas, tal vez virtuales, de un poeta, hombre o mujer.
El poeta, el arte, el amor, la música, no saben de estaciones.
Tampoco nuestras etapas lo saben, que tienen metas cada vez más profundas, gozos cada vez más sencillos, energías cada vez más contagiosas.