Con un puñado de rosas
voy tejiendo mi destino,
unos me dicen
¡qué hermosas!
Otros, pasando de largo,
ni ellos las ven
ni yo insisto...
¡llevan caminos distintos!
Nunca se las muestro al viento
a la vera del camino,
más si otra igual adivino
en esencia y colorido,
la pongo prieta en mi mano,
con gran ternura, con mimo...
¡el horizonte es el mismo!
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26 febrero 2016
11 febrero 2016
La sencillez de la vida
Me gusta poner mi huella en esos pasos, que van junto a los míos, cuya presencia tiene un latido especial y un aroma que no se desvanece.
Es la vida sencilla, la que pasa cada día a mi lado con pasos silenciosos y constantes, llama la atención, porque no alza la voz, y la encuentro en el campo y en el pueblo llano y tiene una historia interminable.
Esa vida singular, simple, sin artificio, que se despierta al alba, trabaja, sueña y ama, cose y canta, juega y ríe y apaga su luz, cuando el cielo abre su abanico de estrellas, me parece sencilla pero inmensa.
No me importa su oficio, ni su nombre, ni su pueblo, me gusta saber que vive y siente, siempre mira de frente, dice lo que piensa, respeta, escucha, es clara y diáfana, no engaña ni aparenta.
Cierra las puertas a los curiosos o abre las ventanas para que entre la brisa, tiende la mano y ayuda cuando puede, es acogedora y dulce, y siempre devuelve la sonrisa.
Tiene algo especial, que no se ve, pero se nota, como el aire que mueve las hojas y trae el sonido de las campanas o los trinos de los pajarillos.
Es trasparente como el agua, surge como fuego en el calor del beso y viaja alerta como el corazón de las madres velando por sus hijos.
No sé que tiene, esa vida sencilla, ligera y llana, que nos sigue como sombra, que se sienta a nuestro lado y se mueve si corremos, que presentimos a veces, y otras veces escuchamos en los espacios del alma.
Esa hermosura sencilla que descubro cada día, en cada ser que camina a mi lado por la vida, esa sencillez tan bella, esa luz que comparto aunque yo haga sombra, esa ilusión que transforma en compañeros y amigos de camino, me hace estar confiada en brazos de Dios y del destino. Me anima a disfrutar cada momento y cada situación sin complicar ni complicarme.
La vida es un regalo y mi tarea es descubrirlo y vivirlo cada instante.
Os envío mi cariño, que en Guadalajara (España), siempre lleva dulzura, porque es la tierra de la miel.
Es la vida sencilla, la que pasa cada día a mi lado con pasos silenciosos y constantes, llama la atención, porque no alza la voz, y la encuentro en el campo y en el pueblo llano y tiene una historia interminable.
Esa vida singular, simple, sin artificio, que se despierta al alba, trabaja, sueña y ama, cose y canta, juega y ríe y apaga su luz, cuando el cielo abre su abanico de estrellas, me parece sencilla pero inmensa.
No me importa su oficio, ni su nombre, ni su pueblo, me gusta saber que vive y siente, siempre mira de frente, dice lo que piensa, respeta, escucha, es clara y diáfana, no engaña ni aparenta.
Cierra las puertas a los curiosos o abre las ventanas para que entre la brisa, tiende la mano y ayuda cuando puede, es acogedora y dulce, y siempre devuelve la sonrisa.
Tiene algo especial, que no se ve, pero se nota, como el aire que mueve las hojas y trae el sonido de las campanas o los trinos de los pajarillos.
Es trasparente como el agua, surge como fuego en el calor del beso y viaja alerta como el corazón de las madres velando por sus hijos.
No sé que tiene, esa vida sencilla, ligera y llana, que nos sigue como sombra, que se sienta a nuestro lado y se mueve si corremos, que presentimos a veces, y otras veces escuchamos en los espacios del alma.
Esa hermosura sencilla que descubro cada día, en cada ser que camina a mi lado por la vida, esa sencillez tan bella, esa luz que comparto aunque yo haga sombra, esa ilusión que transforma en compañeros y amigos de camino, me hace estar confiada en brazos de Dios y del destino. Me anima a disfrutar cada momento y cada situación sin complicar ni complicarme.
La vida es un regalo y mi tarea es descubrirlo y vivirlo cada instante.
Os envío mi cariño, que en Guadalajara (España), siempre lleva dulzura, porque es la tierra de la miel.
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