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04 diciembre 2010
MI SEGUNDO BOLSO
La puerta de mi casa, es particular. No tiene cerradura. Se abre simplemente con rozar el pomo. Bueno, como ves se trata de una simpática mariquita o mariquitilla, que se ha posado allí para dar la bienvenida a una casa encantada.
Ante la puerta está la niña que trae flores a sus amigos. Su mamá le ha hecho los guantes con la tela que sobró de su gorrito. Hace frío. Tiene un calzado especial para la nieve. El ramo de flores esta arrancado del jardín maravilloso de la imaginación. El vestido para la ocasión, y el delantal, puntada a puntada, con chaleco y todo, es un invento lleno de ternura y detalles.
Con la niña viene su perrito. Son inseparables. Incluso lleva, por si se perdiera una medalla fácilmente reconocible. Dentro de ella se pueden encontrar todos sus datos, con las necesidades de juegos y comidas. También alguna indicación sobre sus dueños. Como si estuviera sembrado, pequeñas flores dan un toque de luz al camino.
Parece que los moradores de esta mansión son especiales. Tienen abierta la ventana, y después de sacudirla bien, porque no les gusta la suciedad, han dejado una alfombra en el alfeizar de la ventana.
Un gato vigila o toma el sol apoyado en ella. Se nota el entramado de los hilos de esta alfombra oriental tejida a mano.
Bajo la ventana de la alfombra, otra jardinera exterior, luce abundancia de flores con coles vivos, que destacan sobre la pared de una blancura pálida. Si hay flores en la puerta, tiene que haber alegría en casa. Son detalles de mujer que no pueden pasar inadvertidos. Ni los insectos dejan de llegar donde encuentran vida.
Son muchos los detalles, muchas las horas, y muchos los colores, los hilos y las puntadas. Por un lado y por otro. Por fuera y por dentro. Tengo que decir, porque es verdad, que Mora, mi perrilla, me ha ayudado. Ha estado junto a mí en todo momento, y siempre atenta por si me sobraba algún recorte o se me caía un carrete o un botón. Así que hemos disfrutado las dos.
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