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Las horas no se paran, ni los años que cumplimos se detienen.
Compartimos la misma biología con todos los que ayer, como nosotros preguntaban el por qué, o el para qué.
Y... no tenemos más respuesta que la mente y el latido.
Así aprendemos. Aprendiendo a ser, siendo. Sin entrenamiento, ni espejo en que fijarse. Sin otro libro que la vida, que habla con latidos y silencios.