Una casualidad de la vida, como casi siempre. Alguien pone al descubierto unos objetos de plata que estaban no sé donde. Los deja simplemente junto a un paño. Iba a comer una manzana, pero la deja también mientras sigue urgando el baúl en busca de más cosas. A mí ya me parece suficiente. La plata liberada de la sombra, cobra vida. Es un espejo que se enciende con la luz, centellea y hasta parece que sangra de alegría.
No son los recuerdos encerrados en el arca lo que el pincel describe. Es solo un instante de armonía y de belleza, muy simple. Está ahí. La mente lo capta y decide subirlo al lienzo.