Menos mal que la perfección es una meta.
Quienes vamos a pie y paso a paso por los caminos de la aguja y de la tela, del equilibrio y el arte, descubrimos en el agua o los espejos, que seguimos teniendo rostro humano.
Cuando compartimos, desde la última fila, las magistrales clases de la élite del patchwork, como si coronáramos esas montañas de los 8 miles, intuimos que el paisaje que se puede descubrir desde ahí arriba es deslumbrante.
Este último reto de Yoko Saito es impresionant. Su sexto y último bloque. Ha sido también empeñativo y trabajoso, pero merece la pena.
Quienes vamos a pie y paso a paso por los caminos de la aguja y de la tela, del equilibrio y el arte, descubrimos en el agua o los espejos, que seguimos teniendo rostro humano.
Cuando compartimos, desde la última fila, las magistrales clases de la élite del patchwork, como si coronáramos esas montañas de los 8 miles, intuimos que el paisaje que se puede descubrir desde ahí arriba es deslumbrante.
Este último reto de Yoko Saito es impresionant. Su sexto y último bloque. Ha sido también empeñativo y trabajoso, pero merece la pena.
Aún no está terminado el Quilt. Falta unirlo con los otros y luego acolcharlo y cantar el último estribillo. No
sé si allá donde nace el Sol, se dice
así. Pero ya voy leyendo entre líneas. Y me suena bien.
No sé de donde he sacado las fuerzas para llegar hasta aquí. “¿Por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mi?”, se asombraba el poeta. ¿Cómo no voy a asombrarme yo, si he llegado hasta aquí y aunque aprendiendo, estoy contenta? ¿Será por la Utopía?¿Será por mis amigas que recorrieron conmigo la aventura cada martes?