Y conozco algunas obras, como las de Yoko Saito, que a otra escala, son belleza, porque enriquecen los espacios de forma pulcra, serena y digna.
Me alegro de compartir cada día con vosotros la ilusión de hacer lo necesario y sacar tiempo para hacer lo que nos gusta.
Ni dañamos la naturaleza, ni quitamos nada a nadie, si acaso un poco a nuestro sueño, a otras formas de ocio. A cambio de ese esfuerzo creamos algo nuevo, acrecentamos los amigos, y con nuestras puntadas nos unimos en el mundo, por los sutiles hilos del capricho y la belleza, la libertad y la alegría.

Un beso, desde mi casa, en un rincón de esas casas, que los hombres y nosotras construimos para que sean más humanas, al ser un poco femeninas.