El amor que da vida al paisaje se eleva perezoso hasta las nubes. Es un campo abierto junto a un río. Tienen sentido las flores porque alguien las mira o viene a recogerlas para adornar la casa. Las montañas que recortan horizontes protegen los sueños abiertos, y los pequeños huertos de utopía. Los nidos y las aves, el júbilo en la sangre, van tejiendo la vida, por dentro siempre. ¿También por fuera?. El paisaje es eso: todo y nada. Sin fuego puede ser igual a cualquier páramo. Con penachos de humo, un paraíso, un espejo del cielo y un vergel.