Estrasburgo, ciudad francesa situada en la zona de Alsacia. Cercana a los Vosgos y a la Selva Negra. El Rin hace de frontera fluvial entre Alemania y Francia. La influencia cultural de ambos países es enorme, pero prima la influencia germana.
El centro histórico, al que lo franceses llaman la “Petite France” fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988 por conformar un claro ejemplo de ciudad medieval. El antiguo barrio de pescadores y molineros, es para mí, una de las zonas con más encanto de la ciudad.
Perfectamente conservado, es donde se regula el canal de agua y las esclusas para navegar con embarcaciones en el río. Como atractivos de la Petite France destacan los Puentes Cubiertos (Ponts-Couverts), estructura defensiva con torres de vigilancia medievales y el sistema de regulación de aguas.
Las casas de la zona son unas preciosas
construcciones de muro de entramado de madera. El conjunto me recordaba
al
cuento infantil La Bella y La Bestia.
Debido a su localización geográfica, Estrasburgo destaca desde la antigüedad
por ser un importante centro de comunicaciones. Hoy, aunque fluvial, es el segundo
puerto francés en importancia.
Además de la Petite France, el centro histórico acoge un gran número de
monumentos de interés, destacando la catedral (con su reloj astronómico),
imponente edificio que aúna diferentes estilos de construcción y se alza
imperiosa como símbolo de la ciudad con una sola torre. Ha comenzado la
celebración de sus 1000 años de historia (en 2015). Y a su lado el Palacio Rohan, majestuoso, que alberga
3 museos en su interior. El edificio en sí es una joya. Justo al lado se
encuentra el embarcadero de los barcos, para una visita
de la ciudad por los canales hasta el Parlamento.
Dando un paseo por el centro, quedé asombrada por la preciosidad del conjunto formado por cafés, restaurantes, y tiendas artesanales. Toda la zona es peatonal y la tranquilidad se transmite al turista. Hay mercados al aire libre, lo que proporciona una mezcla de aromas y colores que incrementa aún más el enorme atractivo de Estrasburgo.
Caía una fina
lluvia, el único día que apareció la lluvia, y aprovechamos para dar un paseo
romántico por los Jardines de L´Orangerie.
Los franceses le tienen un especial afecto por encontrarse allí la
mansión que Napoleón mando construir para Josefina, pero a la que nunca vino a
ver.
Era el cambio
de estación. Los árboles comenzaban a arrojar el oro de sus hojas por las ventanas del otoño. Encontramos
incluso las ventanas en el jardín.
Nuestras vacaciones y nuestra visita a la ciudad fueron muy gratas. Os dejo unas pinceladas en forma de instantáneas.