Felices días de navidad.

 

Adornos, árboles , nacimientos, luces, los villancicos que canta nuestro nieto y su contagiosa alegría, todo nos recuerda las fechas que marca el calendario.


Ojalá sean una excusa para dar y ofrecer, más que desear.

El sentido de la navidad se lo damos cada uno.

Que la disfrutéis desde el corazón, dando lo mejor que en él existe.

Lecciones del tiempo

Así como las hojas van cayendo en silencio, sin ruido, desnudando el árbol, así desde febrero han pasado los meses...

Sinfonía del otoño. 

Cuando comienza a sonar, las notas se van cayendo una a una, otoño de los recuerdos, rosetón de la vida, traspasado por el sol, enriqueciendo la vida.

Han dolido, y mucho, los pensamientos, las palabras, el corazón y el alma, la vida.

Ya los relojes acompasan poco a poco los latidos, el dolor se ha hecho esperanza.

Flores de bienvenida

La vida y la belleza de las flores que reciben a la familia y  amigos a la puerta de casa, expresan la alegría y el agradecimiento al visitante, por su llegada.

Quien las planta, cuida y riega, espera el momento de una estación del año, -no importa la que traiga la sorpresa- en que se disfrute el encuentro y la vida, los colores y los sentimientos, que engloben a todos, con toda la belleza de colores y latidos.

Y es alegría vivir, que un niño, el más pequeño de la casa, de tanto verlas, pidió un poco de agua, para poder regar las plantas y quitar algunas hojas caídas que habían perdido su color.

Con su media lengua, ser auténtico lleno de curiosidad innata y repleto de preguntas, volcó con su regadera un sinfín de deseos y palabras para cuando vinieran, y para que vieran sus geranios, quienes pasaran al lado de la verja.

A la puerta de casa, hay mucha vida, mucha ilusión y mucha espera.

Todo cariño, o al menos un aprendizaje de futuro.

De mi vivir

 

De mi vivir vengo,

de roturar surcos,

en las orillas del alma,

de ponerle aroma a las ideas.

De mi vivir vengo,

del silencio interior,

que remansa y acrisola

los sueños y las vivencias.

De mi vivir vengo,

de encerrar en odres,

los viejos pensamientos,

caldos de mi cosecha.

De mi vivir vengo,

de escanciar una copa,

brindando por la dicha

de saber que estoy viva.