Soñar, jugar, atreverse a inventar un mundo mágico, eso es la vida.
Seguro que nadie se extraña, si comento que tengo una pequeña y hermosa
colección de muñecas, ¿nostalgia de mi infancia?
No sé por qué no se habla mucho de
ese mundo de la infancia. Éramos felices. Nunca me cansé de jugar, con mis
hermanas, y amigas, e incluso por entonces ya cosía algunas prendas para poder cambiarlas.
Cuando las muñecas estaban ya gastadas, o rotas, las
inventé e intenté hacerlas yo misma.
Luego, de mayor, alguna regalé a mis sobrinas, y casadas, aún les tienen cariño y andan por sus casas.
Luego, de mayor, alguna regalé a mis sobrinas, y casadas, aún les tienen cariño y andan por sus casas.
Vinieron después tiempos de muñecas, preciosas, encantadoras, eran una tentación… y mis ojos se pegaban a las ventanas de los escaparates,…
Y en el fondo, ahí seguimos… entre sueños y entre amigas y amigos, jugando a ser felices, engañando al tiempo, inventando amistades, compartiendo lo que hacemos, en un mundo de colores, artistas y jugando como ayer.
Tenemos nuestras casas, nuestros hijos y maridos, y con más o menos acierto, seguimos peinando dorados hilos o lanas, y
maquillando los ojos de la realidad,
anudando con botones lo que creemos que debe estar unido…unas veces en
los rostros resplandecientes de los hijos e hijas, y otras, cuando ellos se han
ido…simplemente, recuerdos.
Hoy nos sobra de todo, pero sigue la imaginación como el mejor regalo de la vida y de la infancia. El tren de la vida va muy rápido, no pretendemos parar su marcha.
Únicamente rescatar, con maestría la libertad, para que nadie nos obligue a crecer, a perder la capacidad de sorpresa a seguir descubriendo las capacidades que cada uno tiene en su corazón siempre niño, siempre joven, siempre alegre.
Esta muñeca la he hecho según un diseño del Libro Quilt House, pero de peluche, de trapo, con enaguas, con botines, con delantal, con trenzas, con moño, con sombreo, con pañuelo, con guantes, con puntillas o refajo… poco importa…
Hoy junté mi muñeca con una de las de mi vitrina… y se pusieron a charlar de nosotras. ¿O era cotillear? Hablaban de caprichos y manías, de arrugas, y de años… y después de escucharlas un ratito, corté el tema porque todo eso ya me lo sabía.
Seguimos embelleciendo la vida como lo hacen las flores en mi jardín.Con ellas os doy las gracias por vuestras multiplicadas visitas y maravillosos comentarios.