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22 noviembre 2009

La vela enciende la tarde





Hay tardes ardientes más que sofocantes. Parece como si se estuviera incendiando el mundo y no fuera la mar suficiente para apagar la llama. Si en el momento en que, desde algún lugar fresco, contemplamos el horizonte encendido de la tarde, un velero cruza ante nuestros ojos, parece como si fuera el pabilo de una llama. Se derriten las fuerzas y cansa hasta el pensar. Es el momento de refrescar la garganta y dejar que que la noche poderosa eche su manto para poder salir a respirar a la intemperie.

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