Se puede ya sentir el latido de otra vida. No quiere ser protagonista. Casi oculta su rostro, porque lo principal ni es su juventud, ni su desnudo, sino su silencio y su grandeza. Es un regalo de la vida. Un momento sublime que quiere vivir intensamente. Tiene mucho de misterio. Cada día se acerca a la luz, a dar a luz, porque quiere ver a su hijo y besarle. La oye. Se comunican. Es la expresión de la felicidad.
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