10 noviembre 2010

 Pero es que, como todo en la casa, es recíproco. Cuanto más les aprecio, mejor se portan conmigo. Me tratan tan bien, que hasta tienen detalles gigantescos y cálidos. Javier se pone a mi altura y me deja comerle y jugar hasta quedar rendidos. Su padre me tiene en su regazo mientras escribe. Y Ángela es tan buena que siempre me está trayendo algún juguete, o el hueso más especial que encuentra no sé dónde. Es tan buena, que trapito a trapito, hilo a hilo, ha ido haciendo una mantita para regalarme en mi cumple. Podéis verla, aquí a mis pies.Y lo sé que ha sido así, porque yo la he ayudado, y en cuanto se descuidaba la robaba algún pedacito para jugar, y tenía que quitármelo de la boca. Bueno y los hilos, madre como he jugado, tirando de los ovillos y enredando unos con otros. Nos lo hemos pasado muy bien. Hasta me echaba a retozar sobre ellos. Hasta que me decía ¡Basta!.

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