07 noviembre 2009

Mascotas

El perro, cualquier perro, pero en especial el nuestro es un prodigio de inteligencia, de agilidad, de fidelidad, de agradecimiento y de alegría.
El perro es un adivino y nos enseña a adivinar, a querer, a jugar, a pasear, a salir, a disfrutar de la vida.
Con un perro se puede hablar y te escucha y te comprende, y se calla y te es fiel. Nunca traiciona. Te recuerda. Y se vuelve loco de contento al volverte a ver. Aunque haya pasado solo un momento que te fuiste.
Y tiene una expresividad y un lenguaje de signos que cualquiera puede entender, hasta un niño, o especialmente un niño.
Es un amigo, un compañero, un defensor, un guía, alguien que te avisa y te recuerda lo que debes hacer, alguien que se regocija de tus triunfos y se apena con tus desgracias. Sabe pedir con los ojos, expresar con sus brincos su alegría y robarte lo que quiere, sin que te moleste. Los matices de su voz, son un poema. Siempre lo tendrás a tu lado y de tu parte. Sabe multiplicarse para, en familia, ser de todos y para todos. ¡Una joya¡.
He tenido la paciencia de decirlo, no con pinturas, sino con puntadas.

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