La sensibilidad y la ternura, el aprecio y el respeto por la naturaleza, y el saber convivir con las mascotas es un ejercicio que se aprende. Quiero decir que no es una asignatura, es una experiencia casera, de familia, y con los nuestros. Cualquier ser vivo que tengamos nos puede proporcionar muchos momentos de alegría, pero también exige disciplina, cuidado, atención. Tener una figura, que está ahí para recordárselo a los más pequeños de la casa, nos ahorra palabras. Todos lo entienden y sobre esa imagen se pueden edificar castillos de bondad y de humanidad.
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