Ni un fuego, ni una hoja, ni un color, le falta al otoño, ni al paisaje.
Y el amor que da vida al paisaje se eleva perezoso hasta las nubes.
Yuki, una delicia viva, a nuestro pies.
De este modo, el paisaje, los trabajos, la cocina y el cariño se entrelazan y son uno con nosotros y nosotros en ellos.
¡Qué maravilla de plenitud y biorritmo!